DIÁLOGO CON
LAS SOMBRAS
(Noche de luna y de cielo
estrellado. El señor Brecht se encuentra sentado en una perezosa, en una casa
de campo. Bebe tranquilamente una copa de vino).
Señor Brecht
Estrellas,
luna, silencio: de vez en cuando un grillo que estridula. ¡Ah!. Bella noche ésta.
Bertold
(Aparece y se detiene al pie de un
árbol. Sólo se escucha su voz)
¿Y
a eso llamas vida?
Señor Brecht
¿Quién
eres?
Bertold
Eso
no tiene importancia. Lo importante es tu desgano, ese conformismo insano que
te lleva a ver la luna y las estrellas, a extasiarte en ellas mientras niños y
hombres, ancianos y mujeres arrastran sus cuerpos entre la ácida hierba.
Señor Brecht
Las
estrellas nos hacen recordar, cada noche, nuestros ideales; quizá algunos de
ellos nunca los logremos, pero nos guían por los caminos que nos llevan hacia
ellos. Ahí está Goethe y está Schiller...
Bertold
Deja
a los muertos.
Señor Brecht
¿Quién
eres?
Bertold
Tú
sombra
Señor Brecht
No
veo sol alguno
Bertold
El
sol es sólo para los que luchan
Señor Brecht
¿Y
entonces?
Bertold
La
luna
Señor Brecht
¡Ah!,
entiendo
Bertold
Está
mejor así
Señor Brecht
¡Sospecho!
Bertold
Te
escucho...
Señor Brecht
Sí,
mucho... Te escucho.
Bertold
No,
de donde vengo ya no se agrietan los labios, ni se seca la piel, ni se enronca
la voz... Te escucho.
Señor Brecht
¿Quizá,
comer algo?
Bertold
No,
ya el pan no es necesario para alimentar el cuerpo cuando de él sólo quedan
sombras.
Señor Brecht
¿Eres
una sombra?
Bertold
Eres
como ellos. “Ninguna respuesta hay para vuestra pregunta”.
Señor Brecht
Ya
voy entendiendo.
Bertold
Creíste
que te librarías de tus sospechas
Señor Brecht
¿Es
que también pasarás el tiempo entre las sombras como lo pasaste en la tierra?
Bertold
Para
hombres como yo las batallas nunca terminan.
Señor Brecht
¡Ah!
¿Eres un hombre?
Bertold
A
mí no pudieron quemarme
Señor Brecht
¿Y
entonces?
Bertold
A
mí no me arrancaron el alma, ni minaron mi espíritu. Si sigo deambulando entre
la noche de las noches, como una sombra, buscando a quien contarle mis
ilusiones y mis esperanzas, es porque me quitaron mi patria y mi identidad.
Señor Brecht
Sí,
lo sé. ¿Perseveras?
Bertold
Siempre.
Tú, que sabes de mí, sabias que no comparto la sabiduría de los viejos libros.
Señor Brecht
Por
eso no quieres comer ni beber
Bertold
Si
tienes pan, busca un hambriento; si tienes agua encontraras un sediento.
Señor Brecht
¿Y
si tengo una pluma?
Bertold
Entonces
úsala.
Señor Brecht
¿Es
que no hay descanso de donde vienes?
Bertold
Para
espíritus como el mío nunca.
Señor Brecht
¿Es
que acaso no existe la paz?
Bertold
Aún
la busco entre las guerras y los hombres.
Señor Brecht
Más
ahora en que los campesinos se han fortalecido y los bueyes se han debilitado.
Bertold
Ya
nos vamos entendiendo. También una sombra tiene una identidad.
Ya
no hay… ¿Quién eres?
Señor Brecht
Hasta
un niño podría comprender la sociedad en que navega.
Bertold
Eres
astuto. Ya nos vamos entendiendo.
Señor
Brecht
Leído,
diría yo. Eres inmortal. Te has metamorfoseado en libros.
Bertold
Los
libros son inútiles para la guerra. Se ha escrito por millones y el hombre no
ha cambiado, y si lo ha hecho, es para ir contra la corriente.
Señor Brecht
La
lectura nos cambia
Bertold
Pero…
parece que tú no.
Señor Brecht
Eso
es muy duro de tu parte. No tengo nada que reprocharme.
Bertold
Estrellas
vacilantes como tú no cambian. Es extraño que un hombre de talento permanezca
entre las sombras.
Señor Brecht
Sigues
siendo duro...
Bertold
El
talento... algo raro en estos tiempos y el espíritu de lucha... más aún.
Señor Brecht
También
te diste tiempo para amar.
Bertold
Muy
poco, fugaces como un beso. La atención y la reflexión, como el amor, requieren
tiempo. Ni el sueño era bueno. Pobre H.
Weigel.
El
señor Brecht enciende un cigarrillo.
Bertold
El
mismo fuego que quemó al nolano
Señor Brecht
Actus me invito factus, non est
meus actus.
Bertold
Eso
díselo a tu confesor
Señor Brecht
A
mí mismo, entonces.
Se
escuchan unas voces. ¿Quiénes son?
Bertold
Los
niños de la cruzada
Señor Brecht
¡Ah!
Los recuerdo. Aún están ahí.
¿Tendrán
hambre? Tengo suficiente alimento aquí adentro para ellos.
Bertold
Ya
no lo necesitan. ¿Tienes fe y esperanza para darles?
Señor Brecht
Eres
duro como una roca
Bertold
La
vida con sus miserias y sus injusticias te moldea así ¡Cuánto silencio hay en
tu pecho!
Una pausa. El Señor Brecht toma un sorbo de
vino y enciende otro cigarrillo.
Señor Brecht
Sus
canticos se escuchan más fuertes, pero no los veo.
Bertold
Ni
con los ojos cerrados los verás. Avanzan con el viento, entre fango de tierra,
agua y sangre.
Señor
Brecht
¿Ya
no buscan a sus padres?
Bertold
No,
han perdido su ingenuidad. Sólo buscan paz. Los sigue una nieve de cenizas.
Señor Brecht
Llévales
unas flores, eso los alegraría.
Bertold
No
han conocido la primavera. Las flores sólo las han visto sobre las tumbas.
Señor Brecht
El
tambor, ahora se escucha el tambor.
Bertold
Ya
nada los delata, ni su voz, ni sus gritos, ni su hambre, no los muertos que
enterraron con sus manos. Los esbirros han perdido ya sus huellas.
Se
escucha un ladrido, primero lejano, después más cerca, muy cerca.
Señor Brecht
Ahí
está aún
Bertold
¿Quién?
Señor Brecht
El
perro, ¿no los escuchas?
Bertold
Sí.
Valeroso animal. Aún lleva atado en el cuello ese cartel raído. Tampoco él
pierde las esperanzas.
Señor Brecht
¡Qué
animal más noble!
Bertold
Si
todos fuéramos perros heredaríamos su nobleza.
El
cántico se hace más fuerte y el perro ladra con más intensidad.
Señor Brecht
Se
escuchan pasos, alguien entre la maleza, ¿los ves?
La
sombra al pie del árbol se ha ido.
Señor Brecht
Entiendo.
No marchas junto a ellos.
Tal
vez sólo en tus sueños o en tus pesadillas.
Un
niño aparece junto a una niña a quien lleva de la mano. La niña luce un traje sucio
y raído. En su mano libre tiene un pequeño oso de estopilla.
El
niño viste pantalones cortos y una camisa blanca veteada de tierra y sangre. Lleva
un tambor atado a una cuerda que pende de su cuello. El señor Brecht toma unas
rosas y unos claveles que hay en un jardín con la intención de ofrecérselas a
la niña.
Niño
¿Tiene
usted una tumba adentro?
Pausa.
El señor Brecht mira hacia la casa y coloca nuevamente las flores en el jarrón.
Señor Brecht
¿Puedo
ofrecerles algo? No sé, pan, agua, dulces, qué se yo.
Los
niños niegan con la cabeza.
Señor Brecht
¿De
dónde vienen?
Niño
De
enterrar a un hombre. Uno de esos que llaman soldado. Lo encontramos en un
camino hace unos días, tenía una herida muy grande y mucha fiebre. Cargamos con
él un gran trecho, pero se nos murió. Hicimos lo que hacen los hombres, lo
pusimos bajo tierra, pero no encontramos flores para su tumba.
Señor Brecht
¿Pusieron
una cruz sobre ella?
Niño
No,
qué sentido tendría. Clavamos su fusil sobre la tierra húmeda.
Señor Brecht
¿Cuántos
niños hay con ustedes?
Niño
Éramos
muchos, por los caminos se nos fueron uniendo muchos más; muchos lloraban,
buscaban desesperados a sus padres. Otros, los más pequeños, estaban aterrados
por el sonido de las bombas, por el fuego de las aldeas arrasadas. Muchos decidieron
quedarse a morir en los caminos, pero la muerte no los quiso y tuvimos que llevárnoslos.
(Señalando a la niña). Ella es madre
de tres de ellos. Yo soy padre de otros tantos.
Señor Brecht
¿Cuánto
tiempo llevan caminando?
El
niño mira al firmamento.
Señor Brecht
Muchos
por lo que veo.
El
señor Brecht mira hacia el árbol como buscando a la sombra.
Señor Brecht (frotándose las manos)
No
sé qué decir, ni que ofrecerles.
Niño
Siempre
las palabra de ustedes llegan tarde y, cuando llegan, son sólo eso, palabras.
Señor Brecht (desconsolado)
Tienes
razón. No pudieron escapar a los tiempos sombríos. También han sufrido lo que
no debieron sufrir. Conocieron la bajeza y la injusticia.
No
les preparamos el camino para ser amables, por ello no podremos esperar que
sean indulgentes con nosotros.
Una
ventisca con cenizas comienza a caer lentamente.
Niño
Debemos
irnos.
Señor Brecht
Esperen,
les daré algo para que lleven.
Qué
se yo, pan, agua, mantas, medicinas, dulces (titubeando)
sí dulces, a los niños pequeños los ilusionan los dulces; esperen, sólo unos
minutos, no demoro.
Entra
en la casa. A los pocos minutos sale llevando una bolsa muy pesada. Los niños
se han marchado.
Señor Brecht (afligido)
Se
han marchado.
Bertold (desde el árbol, siempre oculto)
Sí,
se han marchado. Siguen su camino y la nieve de cenizas va tras ellos.
Señor Brecht
Y
tú tras ella; siempre detrás.
Pausa.
Se vuelve a escuchar los canticos y los ladridos del perro. El tambor repiquetea
marcando el compás.
Señor Brecht
Se
alejan…
Bertold
Sí.
Las
voces se hacen más débiles, el perro ha dejado de ladrar y el tambor casi no se
percibe.
Señor Brecht
¿A
dónde van?
Bertold
En
busca de su quimera. Donde se nace y se muere con uno mismo.
Señor Brecht
¿La
guerra?
Bertold
Sí.
Señor Brecht
La
eterna paradoja.
Bertold
Sí.
La paz sólo llegará con la guerra.
(Vase)
No hay comentarios:
Publicar un comentario