¡Bueno días! Señor Búho,
dijo el gato Botines.
¿Dónde va usted tan temprano
con tantos maletines?
¡Ay!, mi querido
amigo,
te imaginas a mi edad
tener que cargar con esto,
como si no fuera ya bastante
los achaques que van conmigo.
Déjeme ayudarlo, Señor Búho,
pues vamos por la misma ruta,
y no hay nada
que me agrade más
que hacer el bien a los demás
Y así fueron andando
el pobre búho achacoso
y aquel gato generoso.
Y aquella carga tan pesada
hasta el molino el gato
tuvo que llevar.
¡Uf! qué cansancio,
será mejor buscar
un sitio donde descansar.
Y junto a un tronco añoso
libró sus pies de los botines
aquel gato bondadoso.
Y mientras el Hada de los Sueños
a nuestro amigo mecía
entre sus brazos,
cerca allí, tres ratoncitos
pequeños jugaban
alegremente por el prado.
Cuando el sol
con sus rayos dorados calentaba
fuertemente,
el gato Botines comenzó
a despertarse lentamente.
- Bien, después de tan
agradable descanso,
es hora de seguir andando,
dijo el gato ya despierto.
Pero lejos estaba el gato
de imaginar que sus hermosos
botines habían desaparecido.
Alarmado, Botines corrió
de una lado a otro
en busca de su calzado.
Y así se quedó llorando
el pobre gato Botines
triste y desconsolado.
Al cabo de un momento,
grande fue su sorpresa
al ver que sus botines
caminaban solos por la hierba.
¡Ajá!... Los tres
ratoncitos
traviesos se habían apoderado
de aquellos botines tan
apreciados
Sin perder un minuto siquiera,
el gato Botines se lanzó
sobre aquellos intrusos roedores
capturándolos al instante.
Molesto por lo que le habían
hecho, introdujo a los
pequeños ratoncitos en una
bolsa de cuero.
Y corrió el gato hasta el lago,
muy molesto, molestísimo,
por lo que le habían hecho.
Y cuando estaba a punto
de ahogarlos, surgió
el Hada de los Sueños
quien le dijo severamente:
- ¡No, no hagas eso
gato Botines.
Tú no eres un gato malo!
Y el gato agachó la cabeza
y sus ojos lagrimosos
se llenaron de tristeza.
Botines se quejó con
el Hada
por el hecho de que aquellos
bribonzuelos lo molestaban
constantemente.
Fue entonces que el Hada de los
Sueños tomó a los tres ratoncitos
por la cola y, tocándolos
suavemente con su varita,
dijo cariñosamente:
- Dubari, dubari, dubaridú
que estos tres ratoncitos
se vuelvan dulces angelitos.
Botines se quedó
asombrado
al ver que aquellos ratoncitos
se habían convertido en tres
hermosos angelitos.
Los angelitos volaron
alrededor del gato,
y con sus bigotes jugaron
gran parte del rato.
Desde ese día el gato Botines
se sintió tranquilo,
pues, ya no hubo ratoncitos
que lo molestaran,
sino tres dulces angelitos
blancos que lo acariciaban.
Iquitos, enero de 1995.
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